Los protectores solares, ya sean filtros (que bloquean las radiaciones UV B) o pantallas (que bloquean los UV A y B), son seguros para todas las edades, incluyendo embarazadas y niños. La toxicidad se limita al contacto con los ojos o, en raras ocasiones, a reacciones cutáneas a algunos de sus componentes.
Existe un índice que evalúa la eficacia protectora contra la radiación UV, conocido como “Factor de Protección Solar” (FPS), que se expresa mediante un sistema numérico, como FPS 15, 30, 50, etc. Es crucial tener en cuenta que al aumentar los números, la protección no se duplica. Se recomienda buscar FPS superiores a 15 y productos que contengan PARSOL, MEXORYL o DIOXIDO DE TITANIO, ya que estos ingredientes reflejan y bloquean totalmente el sol mediante un mecanismo físico.
Para garantizar la efectividad de los protectores solares, es necesario aplicarlos correctamente. Se deben aplicar en abundancia y de manera uniforme sobre la piel seca, especialmente en la nariz, orejas, mejillas, pies, manos y detrás de las rodillas, al menos media hora antes de exponerse al sol. Además, se recomienda renovar la aplicación cada dos horas y después de baños prolongados o sudoración. Actualmente, se está revisando el concepto de “resistente al agua”, por lo que se aconseja usarlos como si no lo fueran.